domingo, 20 de febrero de 2011

Oscar 2010. Un vistazo general

No ocurre a menudo. Es sólo una vez al año. Por eso algunos lo vivimos de manera muy especial.

Nos encontramos a una semana de la entrega de los Oscar, la ceremonia número 83 en la historia de estos premios desde que en aquel lejano 19 de mayo del año 1929 se repartiera por primera vez, en el hotel Hollywood Roosevelt de la ciudad de Los Ángeles, la estatuilla del dorado y nudista espadachín como reconocimiento a lo más destacado de la producción americana de la temporada.

Casi un siglo después, la competición sigue adelante y los anhelos de victoria se mantienen intactos. Algunos de los competidores le dan tanta importancia a estos premios que no se hacen a la idea de que su derrota es posible (este año el caso más evidente es el de Melissa Leo, del que hablaremos). Todos quieren triunfar, pero la manera de asumir la decepción va por barrios. Unos arquearán la boca cuando su nombre no sea leído y pasarán página con el tiempo. Otros se cabrearán por no subir al escenario, y puede que hasta abandonen su butaca (se han dado casos). A otra parte de los nominados puede que les traiga al pairo ganar o no (los menos). Y otros no perdonarán en su vida a la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.

Los Oscar son pues el perfecto escaparate de la vanidad y las ambiciones humanas, la exaltación de los egos ("¡Soy el rey del mundo!"), el show de la ostentación y la frivolidad, de la propaganda encubierta, de las sonrisas forzadas, de la mano por encima del hombro, de los repartos de galardones fáciles, previsibles y cobardes... Un día en el que, tradicionalmente, la comercialidad queda retratada como el único motor que rige el séptimo arte a nivel mundial.

Sólo en casos muy especiales, los astros se alinean para que el cine de verdadera calidad sea reconocido. Y entonces el esfuerzo (que para mí no lo es tanto) de permanecer ante la tele de madrugada durante casi 4 horas se ve justificado. Y todo suena bien, y encima viene acompañado de una gala ágil, entretenida, con números musicales y coreográficos asombrosos, con un anfitrión inspirado que echa mano de chistes agudos y con mala baba (Billy Crystal que estás en los cielos), donde se emiten clips de vídeo brillantemente montados, auténticos homenajes al cine de ahora y siempre, y se ensalzan trabajos incontestables y artistas inolvidables.

Todo eso cabe una sola noche del año en el Kodak Theatre. Y por eso quizá nos gusta tanto, porque tienes la sensación de que todo puede suceder, tanto a nivel de puesta en escena de la fiesta como en el reparto final de premios. Que la sorpresa, aunque cada vez menos probable, puede saltar cuando menos te lo esperas. Los Oscar son cine en estado puro, ni más ni menos.

En esta edición nada es descartable. Nuestros gustos pueden darse de bruces con la decepción, con la falta de compensación, con los giros inesperados de última hora. O puede que lo que veamos colme nuestras preferencias y expectativas.

Y puede que el academicismo y la corrección de El discurso del rey acabe imponiéndose al atrevimiento, la frescura, el impecable ejercicio de estilo y de narración que es La red social. Estos dos títulos parten como principales favoritos a la victoria final, y ambos cuentan con factores a favor y en contra que harán decantarse a los votantes hacia un lado u otro.

A lo largo de esta semana trataremos de exponer los hechos ya conocidos sobre la competición presente y de hacer elucubraciones, con una espacio para argumentar sobre las posibilidades de cada filme en contienda a escasos días de la gala hollywoodiense.

Pasen y vean.

http://www.youtube.com/watch?v=kui6f6Urxog

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