miércoles, 9 de marzo de 2011

Wenger, el rey desnudo

Damos la bienvendia en Fuera de campo a un nuevo colaborador, Gustavo Hernández. Periodista deportivo, amante del fútbol como pocos, hincha del Athletic y apasionado del cine.

Es increíble la capacidad que tiene este Barça de Guardiola de, además de desarrollar el mejor fútbol del planeta, de batir todos los récords, de conseguir títulos por doquier y de asombrar incluso a los ayatolás del madridismo más recalcitrantes, es capaz de desvanecer y poner en evidencia mitos, que hasta la fecha parecían inquebrantables, casi axiomas aceptados por todos.

Este es el caso del siempre loado y tan cacareado técnico del Arsenal, Arsene Wenger, ese tipo francés, supuesto paradigma de la elegancia, tanto en su idea del fútbol, como en su modo de llevarlo a cabo, así como en su manera de actuar fuera de los banquillos. Pues bien, esto que hasta anoche era algo que cualquier aficionado aceptaba sin más, quedó desbaratado tras un partido en el que el avasallante Barcelona destapó las vergüenzas de un entrenador que lleva más de una década engañando a la opinión pública, así como a los profesionales de la información deportiva, comentaristas y opinólogos en general.

El primer mito que rodea al entrenador del Arsenal y que se vino abajó ayer en el Camp Nou, fue el de que este señor de Estrasburgo entiende esto del balompié como un juego en el que el ataque es la mejor defensa, y en el que el buen trato al balón y la búsqueda constante del gol son el camino más corto para la victoria. Para sorpresa de muchos ‘wengerfilos’, el cuadro londinense apareció ayer como un equipo de segunda fila que ingresaba en el coliseo blaugrana como lo hacían los cristianos en el circo romano, es decir, con la intención de esperar un milagro que les hiciera salir vivos de allí.

El planteamiento del bueno de Arsene, lejos de acreditarle como un amante del fútbol total, dejó a las claras que se trata de un entrenador como cualquier otro, que se caga en el Nou Camp esperando que una epidemia en el vestuario del Barça antes del partido, le libre de los Iniesta, Messi, Pedro, Xavi, Villa etc..; para así tener alguna posibilidad. Si muchos pensaban que Wenger podría ser el espejo en el que se mirarse Pep, el partido ante el Barcelona concluyó con la sensación de que el preparador ‘gunner’ fue una mala copia de Mourinho. El Arsenal quiso copiar el planteamiento ultradefensivo conocido como ‘airbus’, que tan buenos réditos dio al portugués en las semifinales del año pasado.

Por arte de magia, el paladín del buen gusto y la delicatessen balompédica, quedaba reducido a la hora de la verdad, a un burdo imitador del provocador ‘Mou’, conocido como es sabido por su elegancia y su aversión al fútbol rácano y barriobajero. La confirmación de que Mourinho es realmente el verdadero referente de Wenger la obtuvimos en rueda de prensa, cuando clamó contra el árbitro por la expulsión de Van Persie al más puro estilo del ‘special one’, es decir, queriendo tapar el Sol de la abrumadora superioridad barcelonista, con el dedo de una expulsión tan rigurosa como justa. Esa forma de ponerse la venda en los ojos para no ver lo minúsculo que había resultado su equipo en 170 de los 180 minutos de esta eliminatoria recordó a cualquiera de los ‘greatest heats’ del técnico de Setúbal. La respuesta de Guardiola no pudo ser un ejemplo más palmario de sinceridad, como el médico que le comunica a un paciente su enfermedad: “El Arsenal no ha dado tres pases seguidos”, declaró el de Sant Pedor. Además no tiro a puerta en todo el partido, añado yo.

Ayer Wenger quedó retratado sin duda como lo que es, un entrenador inflado por los medios de comunicación, un producto de marketing, que en su día enamoró al mismísimo Florentino Pérez con su aire de elegante intelectual parisino, eso sí, con menos Copas de Europa, que el denostado Vicente del Bosque, algo más calvo y gordo. Sin duda ayer en Barcelona todos pudimos ver que como en el cuento, el rey estaba desnudo. Wenger se despojó (o mas bien le despojaron), de ese halo invisible de misticismo que casi le convertía en un gurú de un deporte, cuyo propósito al fin y al cabo es marcar más goles que el rival para levantar copas a final de año, algo que no consigue su equipo desde hace ya seis temporadas. Los fríos datos y su actitud en los momentos clave tumban la imagen de este técnico que debería dedicarse a dirigir la cantera de algún club, descubriendo talentos, que otros entrenadores con más arrojo y sapiencia sepan convertir en campeones y no en eternos aspirantes a todo, ganadores de nada, pero eso sí, eternamente aplaudidos.

Gustavo Hernández (Colaborador)

3 comentarios:

  1. Hola Gustavo,

    Aunque un poco denso en ciertos puntos, he disfrutado leyendo sus lineas. Desde este comentario le animo a que escriba sobre la opinion que le merece Jose Maurinho.

    Un saludo

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  2. Estupendo texto, amigo Gustavo, con el que sintonizo plenamente.

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  3. Soy seguidor del Arsenal por más de 12 años, y lo que vi en el Camp Nou fue una verguenza total por parte de Arsene, no tiene disculpa. No quiere decir esto que Arsene sea un invento ya que 14 años no se inventan, simplemente tomó una muy mala decisión y se contradijo de tal manera que quedó mal parado con respecto a su filosofía, y contra un equipo que practica el fútbol de manera similar a su equipo, solo que el barcelona si obtiene resultados.

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